Torretas, y murallas, y puentes levadizos. Y en la almena más alta, yo, vigilando. ¡Qué fortaleza! Nadie podía entrar.
Y tú te pusiste junto a mi, oteando. Codo con codo, disfrutando de las vistas y de tu calor. Ni siquiera pregunte en que momento olvidado había decidido darte las llaves de todas las puertas. Solo estabas ahí, conmigo, y sin enemigos a la vista.
Quizás porque nunca hubo enemigos. Quizás porque el enemigo estaba demasiado cerca.
Y tú te pusiste junto a mi, oteando. Codo con codo, disfrutando de las vistas y de tu calor. Ni siquiera pregunte en que momento olvidado había decidido darte las llaves de todas las puertas. Solo estabas ahí, conmigo, y sin enemigos a la vista.
Quizás porque nunca hubo enemigos. Quizás porque el enemigo estaba demasiado cerca.
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