jueves, 20 de mayo de 2010

Días tontos.




No es la primera vez que escribo sobre ti, y con cada encuentro nuestro tengo más claro que no dejarás que esta sea la última. Si pudiera perder de vista tus caras de asco, tus palabras escupidas, tus bramidos histéricos y tus continuas manipulaciones, créeme, lo haría tan rápido que la NASA querría estudiarme. Pero no puedo.


Tú y yo no tenemos nada en común, y posiblemente jamás debimos formar parte en la vida de la otra, pero hay algo que nos une. No tengo claro en qué momento caí dentro de la madriguera, ni si tú ya estás fuera o aún me acompañas como otra víctima de esta surrealista locura. Pero sé que ahora, antes o después, ambas hemos sido parte de este círculo vicioso sin salida (ni siquiera de emergencia), que me mantiene encadenada aquí.

Por desgracia, es probable que tú seas quien mejor me entienda en este momento. Y probablemente es por eso mismo por lo que te ataco los nervios tanto como tú destrozas los míos; porque el ladrón cree que todos son de su condición... porque me lees la mente... porque mi retorcida mente, algún día, fue la tuya.

Nunca creerás los intentos que hago por convencerme de que ganaste, por repetirme una y otra vez que no queda más juego que jugar. Pero no funciona. Quizás no encuentro la salida que necesito, o quizás tienen razón algunas voces y me dedico a buscarla sin moverme del sitio y con los ojos cerrados…

Soy consciente de que si no salgo tendré que seguir soportando tu gesto rancio, tu espeluznante sonrisa y tu dedo señalando continuamente y por la espalda. Aunque todo este tiempo aguantándote y el taparme la nariz, te han vuelto bastante más llevadera.
Lo único con lo que no soy capaz de tragar es con el brillo que lucen tus retorcidos ojos. Tan vacíos, tan insulsos, tan simples como tú, y sin embargo brillan como dos faros cuando se trata de mostrar esa conocida y singular mezcla de satisfacción, tranquilidad y sobretodo, Victoria. El maldito brillo que algún día poseyeron los míos... ese que desapareció de mi cara de un plumazo al comprender que me había considerado vencedora estando a años luz de conquistar nada...


Sin embargo, resulta curioso leer esa victoria, pero no encontrar con ella rastro alguno de satisfacción o tranquilidad. Te miro con curiosidad, mientras tú diriges tu morro torcido hacía ella, porque me esta mirando a mí... y ahí se cierra el circulo vicioso, como siempre.

Nada tiene sentido y la poca lógica que queda me avisa del alto riesgo de salir escaldada, pero... no hay, no busco, no encuentro salida. Me puede tu inseguridad, su sonrisa y mi terquedad. Sin tener que meditarlo, sé que decidiré permanecer dentro un ratito más...

Pero no tienes que desesperarte. A cambio te queda ese maldito brillo con el que sabes que agacharé la cabeza como una niña obediente... Quien gana, gana, ¿no?

Aunque a veces, los días que más desespero por encontrar la salida, llega a parecerme que asumo la derrota más incluso que la propia vencedora...

Creo que mejor, si eso, sigo buscando mañana el cartel de “Exit”... que ya es tarde y no queda casi luz...





P.D.: Aunque al menos, por hoy, ¡si se me concede el derecho a decir que "te he ganado" yo! Visca el Barça, jejejeje

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